En la investigación privada, como en cualquier profesión con impacto en la sociedad, hay dos caminos: el correcto y el conveniente. A veces coinciden. Otras, lamentablemente, no. Y es en esas ocasiones cuando la profesión se pone a prueba.
Los detectives privados somos garantes de la verdad, pero no a cualquier precio. No es solo una cuestión de ética personal, sino de responsabilidad legal. La normativa que regula nuestro trabajo no es un capricho burocrático; es la base que nos legitima y nos diferencia de quienes operan en la sombra. Sin embargo, la tentación de esquivar ciertas reglas, de justificar atajos en nombre de un supuesto bien mayor, es una sombra que a veces planea sobre el sector.

No se trata de desconocimiento. No en todos los casos. Algunos saben exactamente dónde están los límites y, aun así, deciden cruzarlos. Y lo hacen sin medir las consecuencias, no solo para ellos, sino para todos. Porque cuando alguien en nuestro sector actúa fuera de la ley, no es solo su reputación la que queda en entredicho, sino la de toda la profesión. Cada vez que un detective incurre en prácticas ilícitas, el mensaje que se transmite a la sociedad es que la investigación privada es un campo sin reglas, un terreno donde todo vale. Y eso es inaceptable.
El respeto a la normativa no es una opción ni una carga: es lo que nos permite trabajar con credibilidad. Es lo que diferencia un informe válido de un documento sin valor probatorio. Es lo que impide que nuestra labor se confunda con la de los mercenarios de la información, esos que operan sin licencias, sin límites, sin escrúpulos.
Pero más allá de la legalidad, está la responsabilidad moral. Quien se salta las normas no solo traiciona la ley, sino la confianza de quienes creen en esta profesión. ¿Cómo exigir respeto a nuestro trabajo si algunos de los nuestros lo desvirtúan con prácticas que nos avergüenzan? ¿Cómo aspirar a que nos reconozcan como actores clave en la justicia y la seguridad si hay quienes, desde dentro, erosionan la legitimidad que tanto nos cuesta defender?
Aquí es donde colegios profesionales y asociaciones deben tomar nota. Su papel no puede ser el de simples observadores. Son ellos quienes deben velar por el cumplimiento de la normativa, no solo exigiéndola a los profesionales, sino también aplicándola en su propia gestión. No se puede pedir rigor a los detectives si quienes representan al sector no son los primeros en dar ejemplo. No se puede hablar de ética cuando las propias instituciones permiten que algunos actúen sin consecuencias.
El respeto a los estatutos debe ser total y en todas las direcciones. No se puede exigir a los asociados y colegiados que cumplan con sus obligaciones mientras quienes gestionan estas entidades se saltan sus propios compromisos. No se puede exigir profesionalidad desde el incumplimiento. Si los colegios y asociaciones realmente quieren dignificar la profesión, deben empezar por aplicar en su seno los mismos principios que piden a los demás. La transparencia, la legalidad y el respeto a las normas no pueden ser solo un discurso cuando conviene, sino un pilar inquebrantable de su funcionamiento.
Esto debe cambiar. La investigación privada no puede permitirse estructuras que exijan cumplimiento sin practicarlo, que hablen de normas mientras las ignoran, que pidan coherencia desde la incoherencia. Porque cuando las propias instituciones fallan en su responsabilidad, envían un mensaje claro: que las reglas son opcionales, que el compromiso con la legalidad es relativo, que la ética es una herramienta de conveniencia.
Pero no lo es. La ética, la legalidad y el respeto a los estatutos son la base de nuestra profesión. Si queremos que la investigación privada avance con la dignidad y el reconocimiento que merece, todos —detectives, despachos, colegios y asociaciones— debemos asumir nuestra parte de responsabilidad. No basta con señalar el problema. Hay que actuar. Porque si permitimos que esto continúe, el daño será irreparable. Y lo peor es que, cuando queramos reaccionar, puede que ya sea demasiado tarde.
Lola Murias
CEO Descubro B2B
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